martes, 29 de septiembre de 2009

(3) Reminiscencias coloniales en Funchal

Las guías nos describen Funchal como una ciudad de más de 100.000 habitantes donde se concentra la mitad larga de la población de la isla.
Es la única urbe y se acomoda en la única extensión de terreno donde podía armarse una población en toda Madeira.
Está al sur, lo que en principio garantiza buen tiempo, y aunque dispone de una bahía no reúne de condiciones naturales para un buen puerto, aunque los portugueses han hecho lo que han podido construyendo un muelle que evita los embates del mar y ampara a los barcos allí atracados.
En Funchal tiene interés el cogollo central, lo que llamaríamos el barrio histórico. No es una zona muy amplia por lo que en un día puede recorrerse sin mayor problema. El resto son barrios colgados de las laderas a los que es preciso acceder en coche, taxi o autobús, y no puedo dejar de señalar, por la gracia que nos hizo, el nombre de la compañía de bus: Horarios.
Funchal fue fundada en 1419, por lo que es fácil deducir que guarda mucha historia. Un siglo después empezó a levantarse su catedral y por sus barrios antiguos se encuentran numerosas muestras de la arquitectura de los últimos siglos. Cuando entramos en la catedral había un coro-más bien corito-de niñas que estaban ensayando.
Como era punto obligado en el transporte a América, su desarrollo y prosperidad fue muy rápida. Visitamos también el convento de Santa Clara, de finales del siglo XV, y el Mercado dos Lavradores. El recorrido del convento no fue especialmente atractivo por la desgana de la guía, que repetía una cortas frases en tres idiomas (inglés, francés y portugués) aburriéndonos a todos.
El recorrido por el mercado, al contrario, fue un rato de lo más agradable, especialmente la zona del pescado y después la de frutas y hortalizas. Estaba lleno de gente y hasta compramos unos bulbos y unas plantas para traer a Vigo. De no ser por las limitaciones del avión habríamos comprado más: a todos nos encadilaban.
En Funchal había bastantes museos de relativamente pequeña entidad. En los días que le dedicamos varios un poco a ojo, y en unos casos acertamos pero no en otros. Interesante, sin entusiasmar en absoluto, la vistia a la bodega Blandy's, al parecer la más importante de vino de Madeira.
Como en el caso del Oporto, su desarrollo está muy relacionado con el interés que por él mostraron siempre los ingleses, y en este caso incluso son los dueños de esta empresa desde hace generaciones.Allí nos enteramos que hay cuatro uvas en Madeira y cada una se utiliza para los vinos seco, semiseco, dulce y semidulce.
Tampoco en este caso la guía mostraba más interés del mínimo exigido, pero la bodega era un edificio histórico y tenía un museo con su historia y recorrimos también las zonas de almacenamiento y envejecimiento. La visita concluyó con una degustación de dos de los vinos. En cualquier caso, los cuatro opinamos que el Oporto nos gusta más.
Otro de los museos elegidos fue el Vicentes, un fotógrafo que creó en Madeira el primer estudio de fotografía de Portugal en 1848, toda una sorpresa por su antigüedad. Se ubica en un pequeño pero interesante edificio que tiene en sus bajos un restaurante-cafetería. Suponíamos que era algo así como el Pacheco de Vigo, pero no. Aunque debe contar con unos fondos más extensos, lo cierto es que sólo exponen poco material y de forma difícil de ver. Sobre todo nos interesaban las fotos de Funchal antiguo, pero tuvimos que revisarlas en una especie de álbumes donde estaban plastificadas. Pese a eso nos enteramos de la historia de un tren que conectaba el centro con Monte, un barrio de una de las laderas, que desapareció hace 50 años tras un grave accidente, o la historia de los carros, en los que antes transportaban los toneles de vino y ahora bajan a cierta velocidad a los turistas por las cuestas desde Monte.
De forma totalmente casual nos topamos con otro museo de estos pequeños que a priori no debía tener mucho interés pero la entrega de la guía (otra venezolana retornada que no está muy a gusto en Madeira) y lo alucinante de lo que mostraba nos dejó cierta huella. Se guardaban en una allí objetos coleccionados por Joao Carlos Abreu, un señor mayor que todavía vive y que fue periodista y durante bastantes años secretario de Turismo del gobierno autónomo de Madeira. Viajó por todo el mundo y tenía miles de cachivaches de difícil clasificación, una parte de los cuales se exponen (todos es imposible). A modo de ejemplo, tiene guardados 1.000 caballos de adorno, 2.500 corbatas, cientos de cuadros, relojes, en fín, una cacharrería sin fin pero curiosa. Terminamos calificándolo como "el museo del friki" y, si nos llamó la atención, fue porque, sin duda, se trataba de algo singular. Por otro lado, llovía de forma inclemente sobre Funchal y mientras visitábamos el museo estuvimos a cubierto, cosa que no es de despreciar.
Otra visita de lo más interesante fue el jardín tropical Monte Palace. Está también en Monte, en la periferia, y ocupa 70.000 metros cuadrados alrededor de una quinta del siglo XVIII.
Tiene plantas y árboles magníficos, estanques con peces sorprendentes, paneles de azulejos con la historia de Portugal y colecciones de otro tipo como estatuas, vajillas, minerales, etcétera.
El recinto fue declarado patrimonio mundial natural por la Unesco y quizás hubiera precisado más de las tres horas que le dedicamos, pero nos alegramos mucho de conocerlo.
Tenía dos amplias zonas de jardines de inspiración japonesa.
Aunque estos budas, la verdad es que cada uno a su bola, no estaban del todo inspirados...
Y este montón de samurais:
Esta es una cica,una especie de palmera muy espectacular.
Alfonso, Feli y Ana, haciendo un alto en el camino
En cualquier caso para ver plantas y árboles espectaculares tampoco es necesario ir a un jardín botánico. Este era un olivo milenario.
Los encuentras por muchos sitios y en nuestro caso nos llamaron la atención los jardines de San Francisco, en el centro, como el árbol que aparece en la siguiente imagen.
Pero al margen de sitios concretos, como ocurre en casi todas las ciudades, gran parte del encanto de Funchal se percibe paseando por sus calles, casi todas empedradas.
Así conocimos el Ayuntamiento, la espectacular iglesia de los Jesuitas a su vera, toda ella, paredes y techo, recubierta de mosaicos (y a rebosar de gente en una misa de sábado vespertina, algo poco habitual en España) o la zona del paseo marítimo.
También pateamos algo el barrio marinero, que guarda cierto sabor, y el camino hasta el barrio de San Martiño, donde se ubicaba nuestro hotel y del que es originario un tal Cristiano Ronaldo, que aparecía en los noticiarios día si, día también.
Esta escultura que denominamos "el colgao" era nuestra referencia diaria para llegar al hotel.
Esta parte de la ciudad tiene menos interés y es donde se están construyendo más hoteles y apartamentos. Por aquí se encuentra el casino, obra de Siza, que nos prometimos visitar pero no cumplimos y el Riad Hotel, donde se alojaba Churchill. Por esta zona nos topamos con una estatua de Sissi, la emperatriz austríaca, que estuvo en la isla un par de veces.
En un estupendo parque nos topamos con una fiesta de la asociación contra el cáncer que tenían montado un auténtico festival. Fue el primer día y tomamos algo allí a un precio de risa, y muy bien, por cierto. Por la noche también pasamos por allí y estuvimos un rato viendo unas actuaciones.
Desde allí vimos salir este barco al que Alfonso sacó esta espectacular foto

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