lunes, 28 de septiembre de 2009

(2) Las levadas, una maravilla para el senderista

Los aficionados a caminar por la naturaleza tienen el cielo ganado en Madeira. Cualquier lugar del mundo cuenta con rutas preparadas, normalmente señalizadas, pero el caso de esta isla es singular: existe una red de unos 2.200 kilómetros que permite conocer el interior de la isla por medio de caminos en los que es prácticamente imposible perderse. Todos ellos discurren junto a las levadas, término portugués que deriva del verbo levar (llevar), que identifica a unos canales de riego destinados a transportar el agua de los montes húmedos y lluviosos del interior al generalmente seco sur o en todo caso hacia la costa.
Se construyeron bordeando las montañas, excavándolas en la roca en forma de u, con escasa anchura para evitar la evaporación del agua. Tienen una muy ligera inclinación para que se desplace por gravedad y al lado discurren caminos que, por tanto, carecen de pendiente.
Pero no siempre es así y en ocasiones es preciso caminar por el borde del canal protegidos por una barandilla de precipios espectaculares.
Las levadas permiten conocer el interior de los valles de la isla que en muchos casos carecen de carreteras o de cualquier camino, y en las que se admiran panorámicas de bosques, barrancos, veredas y cascadas de agua que de otra forma sería imposible disfrutar. Además, el esfuerzo físico es asumible por la ausencia de pendientes y el riesgo de pérdida, mínimo. Por el contrario, en algunas es preciso andar con atención por el riesgo que supone caminar junto a precipicios.
Otro factor atractivo es que en casi todas hay túneles para sortear puntos de la montaña imposibles de bordear. No hace falta indicar que son agujeros abiertos a pico, de escasa anchura y altura y con paredes interiores de lo más irregular. Dependiendo de cada caso es preciso caminar agachados y a veces casi de perfil, pues casi todo el espacio disponible lo ocupa la levada, y poner cuidado con los grandes charcos. Otra característica es la oscuridad, por lo que la linterna es un elemento imprescindible.
En estos días conocimos tres levadas, ya que también hicimos senderismo de otro tipo que contaremos en otro capítulo. Una de ellas era muy sencillita, la de Balcoes, en Ribeira Fría. Tiene dos o tres kilómetros y está llena de turistas que viajan con guías. La explicación es sencilla: el recorrido es corto, apto para todos los públicos y puede encajarse en un día con otras muchas actividades. Concluye en un balcón sobre un valle impresionante en el que solo se ven árboles y cuando nosotros estuvimos también un gran arco iris.
Como nos pareció algo corta seguimos adelante desde el balcón mencionado, pero un kilómetro después se había derrumbado el camino y era preciso hacer equilibrios por el borde de la levada sobre un barranco sin barandilla. Por supuesto, la media vuelta fue inmediata.
El mismo día nos dirigimos a la levada conocida como Caldeirao Verde, cerca de Santana (pueblo conocido por sus pequeñas casitas cubiertas de haces de ramas, que no supimos si se usaban para vivir o como pajar), también en el norte. Es ya una levada seria: con solo 7 kilómetros el cartel establecía cinco horas y media para ir y volver. Nos pareció exagerado y la verdad que lo hicimos en cuatro y media sin apurar.
El paseo fue una verdadera maravilla. Es cierto que había gente, pero comprendimos que no podíamos buscar soledad en un medio tan admirable.
Lo dicho, barrancos, bosques (muchos de laurisilva, por los que es famosa Madeira) y otros de castaños, robles, etcétera, y también cuatro túneles.
Como fuimos tan previsores que viajamos sin linternas los cuatro tuvimos que conformarnos con una de propaganda que afortunadamente llevó Alfonso. Pero claro, una para cuatro y que alumbraba lo justo era una dotación exigua. Conclusión, Ana se apañó con la luz que daba la cámara de fotos y los demás estábamos a merced de Alfonso. No hubo incidencias graves salvo algún cabezazo contra la roca y uno de los expedicionarios que hundió el pie en un charco profundo, pero bueno, salimos más o menos bien, no sin algunas risas.
Regresamos enamorados del paisaje, que nos parecía más propio de una selva tropical debido a la humedad de un día lluvioso. Especialmente en la del Caldeirao Verde, donde termina, un lugar curvo, de ahí el nombre, donde cae una pequeña cascada de unos 90 metros. Una maravilla.
El último día quisimos conocer las levadas de las 25 fuentes y de Risco, en Paul da Serra, una planicie interior en el noroeste. Al llegar allí diluviaba y la niebla era intensa, por lo que sitiéndolo mucho desistimos. Llegamos a la costa norte, a Ribeira da Janela, cerca de Porto Moniz (ellos lo pronuncian Porto Monís) donde están las famosas piscinas naturales con agua de mar que ya os mostraremos. Localizamos allí una levada de 25 kilómetros que exigía entre 7 y 8 horas de ida y otro tanto de vuelta, por lo que empezamos con idea de hacer lo que nos apeteciera.
Llovía bastante, pero como íbamos pegados a la montaña y cubiertos en muchos tramos por árboles no había mayor problema. Lo más llamativo era la elevada temperatura, que unida a la intensa humedad daba una impresión tropical a la jornada.
El camino era mucho más sencillo que en el Caldeirao Verde: amplio, con menos precipios y en general asequible.
Los paisajes tras el tramo inicial igual de impresionantes, y el cauce de la levada, más ancho, con la novedad de que localizamos algunos peces tipo trucha con la cabeza orientada contra la corriente. En cuanto les molestábamos un poco salían disparados aguas arriba. Dimos muchas vueltas al motivo de su presencia y si podrían vivir allí mucho tiempo, pero claro, sin respuesta alguna.
Pese a nuestro interés por apurar más el paseo hubo un obstáculo que nos chafó. Pasamos un túnel muy complicado, de más de 200 metros, que nos llevó un buen rato recorrer. La oscuridad era absoluta, la estrechez máxima y la dificultad elevada. Al salir nos habíamos agobiado un poco, no tanto por el túnel como por la falta de linternas dignas de tal nombre.
Al cubrirlo oteamos un valle magnífico y a los pocos metros otro túnel. Lo peor es que era muy bajito y también muy largo, lo que exigía caminar casi en cuclillas. Además, parecía haber abundante agua en el suelo. De común acuerdo decidimos dar media vuelta con la seguridad de que si algún día volvemos llevaremos las mejores linternas del mercado.
Solo resta añadir un dato de la guía: la construcción de estos canales de riego fue muy complicada. Para ello colgaban a los obreros que los esculpían sobre la roca de unos cestos que descolgaban desde la parte superior de la respectiva montaña. A causa de este sistema hubo muchos muertos en accidentes. No olvidemos que las primeras datan del siglo XVI aunque siguieron construyéndose hasta el XIX. En la siguiente foto vemos un árbol realmente singular de la levada del Caldeirao Verde.

1 comentario:

  1. Acabo de llegar de madeira. (16/12/2009).
    Clima,senderos, la isla se engalana para la navidad!.
    Caldeirao Verde es precioso!. He estado 6 dias de ensueño.
    Destino senderista de primerisimo orden.
    Bart

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